miércoles, 4 de agosto de 2010

Historia de la psiquiatría IV. "La IV revolución psiquiátrica".

Para hablar de la "cuarta revolución psiquiátrica" es necesario hablar de la época en la que se dió. Los años 50 en Estados Unidos y Europa Occidental.

Durante la primera mitad del siglo XX, el número de pacientes ingresados en hospitales psiquiátricos se incrementó de 150.000 a 500.000. En 1955, s estima que la mitad de las camas hospitalarias estaba ocupada por pacientes "psiquiátricos". No vamos a entrar en las posibles causas de el boom de pacientes psiquiátricos ingresados, pero que las cifras bailen así no dice nada a favor de las hipótesis más innatistas de la enfermedad mental.

La psiquiatría, siempre biologicista, estaba haciendo de las suyas. Las hipótesis sobre el por qué de la enfermedad mental se sucedían unas a otras, más o menos como hoy, pero en lugar de ser necesarias para justificar la terapia farmacológica, eran necesarias para justificar todo tipo de canalladas (comas inducidos, lobotomías, electroshocks, etc.), que según ellos funcionaban.

En 1949, John Cade, australiano, descubre que las sales de Litio tienen propiedades "antimaniacas".

En 1950, Paul Carpentier y Simone Courvoisier sintetizan la clorpromazina (RP-4560). Se sintetizó pese a que lo que buscaban no era una "lobotomía química", sino un antihistamínico. Eso es eficacia.
Henri Laborit, un cirujano militar frances, la dio a conocer. Se empezó a comercializar en Europa en 1952, en Estados Unidos en 1955, reduciendo qué casualidad, drásticamente, el número de pacientes psiquiátricos de los hospitales, pese a que el proceso de desinstitucionalización (al contrario que cuando ha sido llevado a cabo desde prácticas antipsiquiátricas), fue, y eso lo reconoce hasta el psiquiatra más ortodoxamente cerrado, una soberana mierda.

Volvemos al tema de la comercialización del fármaco. A estas alturas (1955), ya había mucha gente que tenía en las pupilas el símbolo del dólar al pensar en el asunto. Aquí empezó la era del márketing de la revolución psiquiátrica. No sólo basta con elaborar un fármaco, sino que hay que convencer a los médicos de que deben administrarlo. Así que se pusieron manos a la obra.
En 1955, después del primer ensayo clínico "randomizado", se realizó el "I Coloquio Internacional sobre la Terapéutica Narcobiótica", ¡en Barcelona! Y se considera la primera conferencia internacional sobre la Clorpromazina. Ese mismo año hubo conferencias y coloquios en Italia, Filadelfia, París...  ya se vislumbraba un cambio de paradigma en la psiquiatría.

Toda esa estrategia de márketing no sólo estaba encaminada a justificar el suministro de unas drogas tan peligrosas como incapacitantes a millones de enfermos de "psicosis", sino que por fin, la psiquiatría había conseguido  llegar a ver su sueño hecho realidad: Un argumento poco descabellado y en apariencia científico para justificar el origen biológico de la enfermedad mental. Es a partir de esta "revolución psicofarmacológica" cuando los psiquiatras empezaron a llenar sus bocas con hipótesis sobre la dopamina, la serotonina y otros neurotransmisores. El razonamiento es sencillo: "Si el fármaco funciona es porque el neurotransmisor que modula estaba desequilibrado (ya sea por exceso, por defecto, o por lo que se nos ocurra ad-hoc para justificar el darle la pastilla al paciente)".

El caso es que este márketing, se quedaba sólo en eso, en márketing. Ese primer ensayo "randomizado" (que llevó a cabo el matrimonio Elkes), tuvo como conclusión "...en ningún caso, el contenido de la psicosis cambió. Los pacientes esquizofrénicos y parafrénicos continuaban sujetos a los delirios y las alucinaciones, aunque parecían menos perturbados con ellos". ¿Nadie ve nada raro? Hay que preguntarse si los pacientes se veían perturbados de forma "normal" por las cosas diarias que nos perturban a todos, o si el fármaco les convertía en una suerte de zombies (viendo los efectos secundarios de la clorpromazina, nos inclinamos más a la segunda opción.

Siguiendo con la clorpromazina, son famosos los carteles en las que se anuncia tan polivalente medicamento contra las nauseas (de hecho en un principio, en EEUU, fue legalzada sólo como antihemético), para las complicaciones depresivas de la ansiedad, alcoholismo, agitación senil, ¡incluso para el asma! Esa manía de las farmacéuticas de decir que su pastilla es como el bálsamo de Fierabrás no es exclusiva de la época. Hace bien poco pude ver un anuncio de Risperidona (otro antipsicótico) ¡para la ansiedad!

El márketing dio sus frutos. Introducido el fármaco principalmente por médicos jóvenes, y probablemente sin mucha idea de lo que estaban haciendo, en 1955, SKF, el laboratorio propietario en EEUU de la marca Thorazine, facturó 75 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que si ya es una salvajada de dinero ahora, en 1955 valían mucho más que actualmente. El resto de compañías farmacéuticas, muertas de envidia por lo ocurrido y queriendo hacer, como cualquier empresa debe, la hazaña de SKF, se lanzaron abiertamente a este nuevo mercado. Sí, señores, señoras, aquí está la cuarta revolución psiquiátrica, cuando la salud mental se convirtió en un nuevo mercado.

El paradigma de la psiquiatría estaba cambiando. No así sus etiquetas y sus teorías ad-hoc sobre la etiología de lo que llaman "enfermedades". Los psicofármacos, a estas alturas siguen funcionando más o menos como antes. Así que esta historia continuará.


Referencias:

Aportación de la clorpromazina al desarrollo de la psiquiatría. Francisco López-Muñoz, Cecilio Álamo y Eduardo Cuenca. Revista "Archivos de psiquiatría" Volumen 66 Enero-Marzo 2003, Nº1 Ed. Triacastela

Aspectos Históricos del descubrimiento y de la introducción clínica de la clorpromazina: Medio siglo de psicofarmacología. Francisco López-Muñoz, Cecilio Álamo y Eduardo Cuenca. Revista Frenia. Volumen II. 2002


http://psicritica.blogspot.com/2009/06/los-psicofarmacos-ii.html